Es experto en energía y uno de los más efectivos divulgadores de la urgencia de acabar con la dependencia de los combustibles fósiles. Por Carlos Fresneda
Richard Heinberg no tiene vocación de aguafiestas, aunque el libro que le valió el reconocimiento mundial se titula precisamente así: The Party’s Over. Su visión del futuro es cruda, pero relativamente esperanzadora. Pese a los nubarrones en el horizonte, aún confía en la capacidad de adaptación del hombre a la sociedad post-carbono, la que brotará tras la borrachera industrial del último siglo.
En Peak Everything, publicado durante la orgía económica que precedió a la gran recesión, Heinberg pronosticaba ya el inevitable declive de casi todo en el siglo XXI, empezando por el petróleo. En Blackout intenta alumbrar varios escenarios de futuro si logramos superar la última e inconfesable dependencia del carbón.
“En el siglo XXI seremos 100% renovables, por el simple agotamiento de las energías fósiles”, vaticina. Pero la transición será larga y dolorosa, advierte, y supondrá una profunda transformación del modelo económico y de nuestros estilo de vida. Desde el mirador del Post Carbon Institute en Santa Rosa (California), Heinberg se asoma al futuro incierto que dejaron los líderes mundiales a su paso por Copenhague.
¿Cuál es la lección que podemos sacar de la crisis? ¿Se acabó realmente la fiesta?
Sin ninguna duda. La gran fiesta de la sociedad industrial ha llegado a su fin. Todas las deudas ambientales del último siglo están convergiendo al mismo tiempo… La crisis financiera no ha sido más que el preámbulo, y estuvo precedida –no lo olvidemos– de una subida fulgurante del precio del petróleo. El agotamiento de los combustibles fósiles nos va a forzar a cambiar radicalmente de modelo económico y de estilo de vida. Si encima le añadimos la presión del cambio climático, la situación es aún más urgente e imperiosa.
Pero las grandes potencias, empezando por Estados Unidos y China, no dan su brazo a torcer. ¿Hay aún algún atisbo de esperanza después de lo visto en Copenhague?
El acuerdo ha sido muy pobre; ya lo eran de antemano las expectativas… La preocupación común, y más en estos momentos críticos, es el crecimiento económico. El clima ha ido siempre por detrás y nada cambiará realmente hasta que no se ponga al mismo nivel. Estamos ante el final del crecimiento económico tal y como lo hemos conocido, pero nuestros gobernantes y sus economistas se niegan a aceptarlo y siguen funcionando con la misma lógica que nos ha llevado a esta situación.
¿Incluido Obama?
Barack Obama está en una encrucijada política, y no veo que esto vaya a cambiar pronto. Llegó a la cumbre de Copenhague con un mandato muy débil, pendiente aún de la aprobación en el Senado. En Estados Unidos estamos viendo ya la puesta en marcha de algún tipo de legislación para controlar las emisiones, pero son avances muy pequeños, ya digo. En este país hay una minoría muy activa, y movimientos emergentes, como el que pretende paralizar la apertura de nuevas centrales térmicas de carbón. Pero luego hay una realidad a la que nos tenemos que enfrentar: la mayoría de los ciudadanos norteamericanos no cree que la actividad humana esté contribuyendo al cambio climático.
¿Pagaremos antes la factura del cambio climático o la del pico del petróleo?
Las dos facturas las hemos empezado a pagar ya, incluso en Estados Unidos. El desastre del Katrina y el aumento espectacular de los combustibles en el verano del 2008 han sido dos poderosas advertencias. En 1972, el Club de Roma divulgó su famoso estudio anticipando que el crecimiento económico iba a tocar techo en algún momento del siglo XXI. Pues bien, creo que ese momento se ha anticipado y podemos estar ya en él.
¿Hemos llegado ya al pico del petróleo?
El pico pudo haberse producido perfectamente en el 2008. Si bajarom luego los precios fue por la caída de la demanda. En dos o tres años, cuando la demanda vuelva a los mismos niveles, habrá caído la producción. En fin, hemos entrado en el definitivo callejón sin salida… Con la explotación de los pozos de Irak, las cosas pueden variar ligeramente. Tal vez se vuelva a producir más petróleo de aquí al 2015, pero será una situación temporal que apenas servirá para prolongar la fiesta. El petróleo barato se ha acabado o está a punto de acabarse.
¿Y qué me dice del petróleo del Ártico? Las grandes potencias están tomando ya posiciones para el reparto…
El petróleo del Ártico es muy caro, y no bajará de 70 u 80 dólares el barril. Y con esos precios llegaremos a situaciones sin salida como la que experimentamos en el verano del 2008 y que aceleró el camino hacia la recesión.
¿Y el carbón? Sus defensores sostienen que aún hay carbón barato para 200 años…
El 50% de la energía en Estados Unidos es producida por el carbón. Somos, por así decirlo, la Arabia Saudí del carbón. Pero a los niveles actuales de consumo de energía, con China devorando sus reservas al ritmo actual, no es muy arriesgado predecir que el carbón alcanzará un pico entre el 2025 y el 2030. De hecho, China está comprando ya minas en Australia ante el previsible agotamiento de sus recursos. China no puede mantener por mucho tiempo más sus niveles artificiales de crecimiento económico al 8% anual. Tarde o temprano se va a topar con sus propios límites, y uno de ellos puede ser fácilmente el carbón.
¿Cree usted en el carbón limpio?
No hay carbón limpio. Hoy por hoy, es la fuente de energía más sucia que existe, la que más estragos causa en el medio ambiente y más contribuye al cambio climático. Las nuevas tecnologías para mitigar sus efectos y secuestrar el CO2 van a resultar muy caras. No tiene sentido invertir en una infraestructura de aquí a varias décadas si en ese tiempo vamos a dejar de usar carbón. Tiene más sentido invertir ese dinero en energías limpias.
James Lovelock, James Hansen y otros renombrados científicos sostienen que la energía nuclear es parte de la respuesta la cambio climático. ¿Cuál es su postura?
La energía nuclear es y seguirá siendo residual. Hay muy poderosas razones ambientales para oponerse a ella, aunque la de más peso es sin duda la económica. Las inversiones son muy caras y sólo tienen sentido a largo plazo. Con los 435 reactores que funcionan hoy en día, podríamos alcanzar el pico del uranio entre el 2040 y el 2050. Con más reactores, el pico se adelantaría aún más. ¿Qué sentido tiene invertir ahora si el suministro no está garantizado?
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